
Con un planteamiento conservador, el Atlético de Madrid fue derrotado 1-0 por el Chelsea en Bucarest (donde el Atlético hizo de local) para tomar ventaja en la serie de octavos de final que se definirá a principios de marzo en Londres.
El Atlético fue más que decepcionante. Su propio temor lo hizo menor a un adversario que, desde ninguna perspectiva desde la que se mire, es mejor que el conjunto rojiblanco sobre el papel. Quizá en presupuesto, o ya ni eso. Sí lo fue sobre el terreno de juego, porque sí fue a por el encuentro.
No lo hizo el Atlético, que ni siquiera en Múnich, quizá nada más en los primeros compases en Salzburgo o, sobre todo, en el primer tiempo contra el Real Madrid, había transmitido momentos de tal impotencia este curso para escapar de la presión, armar un ataque o conectar más allá de su medio campo con algún viso de algo más que una simple pérdida como evidenció todo el duelo. No tuvo ocasiones.
Quizá por el ruido de los últimos goles en contra -diez en los siete choques precedentes-, quizá por la predisposición natural del técnico a la consideración de la defensa como el principio de todo, quizá por el oponente, quizá por todo su despliegue por las bandas, quizá porque entendió que ese era el mejor camino para ganar o porque, en estos tiempos de tanta igualdad, el 0-0 local en la ida es, sin duda, un buen marcador, el Atlético surgió para refugiarse.
Desde esa perspectiva diseñó Simeone el encuentro. No fue una emboscada. Su plan no ofendió. No sacó partido el Atlético ni en ataque ni al contragolpe, al menos todo el que pretendía más allá de algún arreón trompicado y esporádico que siempre pareció más de lo que realmente fue, porque terminó sin una sola parada de Mendy.
El Atlético fue sólo defensa. Cierto que su oponente, por más balón e insistencia, por más presión o sensación, no le dañó nada en el estresante recorrido -en apariencia- hacia el descanso del equipo rojiblanco, ocupado en reducir a Hudson Odoi por su flanco zurdo y armado en torno a una línea de seis hombres en su repliegue, tan intensivo como hace tiempo no se recuerda, con Lemar y Correa como laterales extra a Marcos Llorente y Mario Hermoso.
Hasta el minuto 67, si el plan era el 0-0, le había salido bien, porque el Chelsea es lo que es. Hoy por hoy, un buen equipo sin más, que controló la pelota y desbordó poco. Y que no tiene el nivel del Bayern ni de los grandes aspirantes. Los únicos sobresaltos hasta entonces, dos nada más al cierre del primer acto, los provocó Timo Werner, tan peleado con el gol esta temporada con el Chelsea como el Atlético en sus duelos con el Levante.
El atacante alemán no remató como quería un buen centro de Hudson Odoi ni logró el gol que pretendía con su tiro dentro del área ante Jan Oblak. Ninguno de ellos, cierto es, en una posición ventajosa. Si el plan era además contraatacar, al Atlético no le fue tan bien, reducidos a casi nada Joao Félix, Luis Suárez o Correa en el ataque.
Pero jugar tanto a defender, a conservar, tiene un precio muy alto. No se juega con un marcador favorable, sino con un empate, siempre al filo de la derrota, del más mínimo detalle. Era el minuto 67, cuando un rechace lo remató de chilena Olivier Giroud. Pareció fuera de juego, lo revisó el VAR… No lo fue. El balón procedía de Mario Hermoso. Sólo por interés lo mereció el Chelsea, sólo por conformismo lo mereció el Atlético. Queda Londres. Al equipo rojiblanco sólo le vale ganar.
Ficha técnica:
Atlético de Madrid: Oblak; Llorente, Savic, Felipe, Hermoso (Vitolo, m. 84), Lemar; Correa (Dembélé, m. 82), Koke, Saúl (Torreira, m. 82), Joao Felix (Lodi, m. 82); y Luis Suárez.
Chelsea: Mendy; Hudson Odoi (James, m. 80), César Azpilicueta, Christensen, Rudiger, Marcos Alonso; Kovacic (Kante, m. 74), Jorginho; Mount (Ziyech, m. 74), Werner; Giroud.
Gol: 0-1, m. 67: Giroud.
Compacto del partido: