
Carlos Salvador Bilardo es un ganador empedernido desde sus tiempos de jugador. Fue tres veces Campeón de América y una vez Campeón del Mundo con el entonces modesto Estudiantes de La Plata, bajo la dirección técnica de su maestro y mentor Osvaldo Zubeldía , un técnico excepcional que fue un adelantado para su época.
Conocimos a Carlos en 1960, cuando defendió a San Lorenzo en la Primera Copa de Campeones de América, que luego de la incorporación de los Vicecampeones pasó a llamarse Copa Libertadores de América. Mi padre era entonces Cónsul de San Lorenzo y presencié en la cancha los tres partidos que por semifinales jugaron contra Peñarol. Empataron 1 a 1 en Montevideo, 0 a 0 en cancha de Huracán en Buenos Aires y cometieron el error de aceptar que el tercer partido, que debía jugarse en país neutral, se disputara en Montevideo y lo ganó Peñarol 2 a 1 en tiempo suplementario.
Carlos era entonces estudiante de Medicina y quien esto escribe estudiante de Derecho y surgió una muy linda relación que se intensificó cuando Carlos pasó a Estudiantes y me tocó cubrir las tremendas finales con Racing de Avellaneda y todo el trienio de Libertadores desde el 68 al 70, año en que se retiró Carlos, quien no estuvo cuando se perdió la cuarta final ante Nacional de Montevideo en Lima, en junio de 1971.
Carlos me introdujo generosamente en el mundo de aquel notable grupo de Estudiantes y me permitió mantener largas charlas con Zubeldía, de quien aprendí muchísimo por su gran generosidad para trasmitir sus vastísimos conocimientos.
Carlos fue desde siempre un enamorado del fútbol, que pasó de ser su pasión a transformarse en su obsesión, por idear cosas nuevas y mejorar las existentes.
Viajaba a Europa a ver a sus jugadores, llevaba videos para observar juntos y los llevaba a una cancha a practicar las cosas que necesitaba mejorar. Son famosas las llamadas de madrugada a sus jugadores para recordarles temas sobre los que quería insistir. Hablaba con las señoras de sus futbolistas para decirles como realizar el sexo de la manera que menos agotara a sus esposos.
Practicaba hasta el cansancio jugadas de pelota quieta y acciones de campo preconcebidas. Era muy detallista para elegir sus jugadores, a quienes quería conocer hasta en sus más mínimos detalles. Utilizó preferentemente el sistema 3-5-2. Cuando daba el equipo jamás utilizaba la y antes de nombrar a quienes podían completar una línea. Daba los nombres, seguidos de una breve pausa. Al principio los periodistas le decían que faltaba un jugador, porque había mencionado cinco volantes y solo dos delanteros. Tenía claro que la precisión era hija de la repetición, por lo que hacía repetir las jugadas hasta el cansancio.
Estaba tan convencido de lo que pretendía que insistía aun cuando las cosas no se daban como él quería, lo que generaba una dura crítica de un sector del periodismo que creó un ambiente muy difícil de soportar para su familia. Apedreaban su casa, Tuvo que poner un cartel de “Se Vende” para que cesaran los ataques. Lo mismo ocurría con la mueblería de su padre en la calle Juan B. Justo. Su hija debió dejar de ir al liceo y su padre estaba internado cuando el partió para la gira previa por la presión que le generaban los continuos ataques y provocaciones. Hasta el gobierno pareció sensible a las muy duras críticas a su trabajo y llegó a pensar en cesarlo. Pero él estaba convencido de lo que quería y que ello lo llevaría a ganar la Copa del Mundo.
Contaré tres anécdotas. Experiencias que revelan la firmeza de sus convicciones, su conocimiento profundo de la materia y su invariable amistad y lealtad, que ningún éxito modificó ni en un ápice.
Un día me llamó pues quería que cenáramos juntos para mantener una larga charla sobre puntos que consideraba claves para ganar la Copa del Mundo de México 86.
La cena se extendió hasta la cuatro de la madrugada. Me expresó como siempre que para él la base era el equipo, con gente de buena técnica, solidaria, humilde y que cumpliera los roles a cabalidad. Pero para ganar el Mundial él debía contar con el mejor Maradona. Y ahí expresó su proyecto que iba a revolucionar el ambiente futbolístico argentino.
“Mi idea es ir a Nápoles a hablar a fondo con Diego y estimularlo de la mejor manera para que haga el máximo esfuerzo para llegar a México como nunca estuvo. Le diré que será el capitán y el único titular indiscutido. Haremos un plan especial para ponerlo en la mejor forma física y hablaré mucho de lo que pretendo de él en la cancha y advertirlo de todo lo que harán sus rivales para sacarlo de casillas”.
En ese tiempo pensar en desplazar del capitanato a Daniel Passarella parecía una herejía. Por otra parte la mayoría del periodismo deportivo expresaba que Maradona no rendía en la Selección. Todo eso está documentado y Carlos lo tiene archivado prolijamente. Había hecho un mal Mundial en España 82 y no era ni por asomo el mejor jugador del mundo. Integraba una lista de cinco que pretendían serlo.
Fue a Nápoles. La charla fue un éxito. Diego quedó muy entusiasmado con la idea y dispuesto a hacer los sacrificios que fueren menester.
Carlos tenía claro que, al menos desde que estuvo en Barcelona, había nacido su adicción por la cocaína. Uno de los primeros pasos fue llevarlo a Suiza a una clínica especializada en desintoxicación de drogas. Prepararon un plan de preparación física coordinado con la gente del Nápoli que se complementaba con tres sesiones semanales que debía realizar con un gran profesional amigo en Roma. Así llegó al Mundial en su mejor forma física. En lo personal, desde la tribuna, lo veíamos como en el Mundial Juvenil del 79. En lo futbolístico ya venían conversando desde la primera charla en Nápoles. Pero en México, todas las noches caminaban por las canchas de la concentración del América refrescando el libreto y recordando todo lo que harían sus rivales para impedir que desarrollara su juego y las provocaciones de que sería objeto para sacarlo de sus cabales.
Ya en el primer partido los coreanos lo golpearon duro y nunca reaccionó. Ante Italia hizo aquel gol decisivo con exquisita definición. Los uruguayos no pudimos con él y no sabemos porque le anularon que pareció lícito. Ni hablar del partido con Inglaterra y el mejor de la historia de las Copas del Mundo para un triunfo histórico y tan deseado por los argentinos tras la Guerra de las Malvinas. Otro golazo impresionante ante Bélgica y una brillante final ante Alemania en la que en el peor momento, tras el empate alemán después de estar dos goles abajo, colocó el genial pase para que Burruchaga hiciera el tanto de la victoria que permitió obtener la Copa del Mundo invictos.
Después del Mundial ya nadie dudó de que era EL MEJOR JUGADOR DEL MUNDO.
Otra anécdota es de 1982, que revela su profundo conocimiento del fútbol, su muy buen ojo para ver los jugadores y la forma en que cuidaba el dinero de las instituciones que representaba. Me llama para decirme que había decidido ser técnico de Estudiantes de La Plata. Le desee éxito. De inmediato expresó que quería contratar a dos laterales uruguayos. José Hermes Moreira y Daniel Martínez.
Le dije que Martínez era factible y le expresé mi opinión sobre él. Buen lateral, buen profesional, buena persona. Pero era zurdo cerrado y algo lento. Me agradeció pero precisaba un jugador que le pegara como él porque tenía al mejor cabeceador de parietal derecho del fútbol argentino y que con él sería goleador del torneo. Estudiantes fue Campeón y Gottardi goleador con los centros de Daniel Martínez.
De Moreira le dije que le iban a pedir mucho dinero porque había salido Campeón del Mundo con Nacional de Montevideo en Japón. Se sintió decepcionado Me manifestó y ahora que hago. Le expresé que había un lateral en Danubio muy diferente pero que conociendo su idea futbolística le podía servir mucho. Era fuerte, guapo, marcaba más que Moreira, no era tan veloz como él pero se proyectaba bien a la ofensiva, con buenas diagonales. Me llamó una semana seguida todas las noches preguntando más sobre Malvárez. A la semana llega a mi casa Eduardo Manera, Campeón de América y del Mundo con Estudiantes, luego gran técnico y gran amigo de Carlos. Comió en casa y ni bien entró le pregunté si venía por Malvárez. Me respondió: “como si no lo conocieras”. Preguntó a todo el mundo por Malvárez, fue a su barrio para averiguar como era, fue a su casa y le dijo que al día siguiente lo esperaba en el hotel con un bolsito para ir a un campo con una pelota. Malvárez fue. Pero ahí le dijo que no iban a entrenar porque Estudiantes era un club con fama de pituco y que los rivales iban a provocarlos por lo que precisaban jugadores guapos y que le habían dicho que él no lo era. Indignado pregunto quien lo había expresado y que lo iba a matar. Entonces le manifestó “usted jugará en Estudiantes”. Ya vaya si jugó en Estudiantes y los demás clubes a los que defendió en su gran carrera.
La última anécdota muestra su calidad humana, su sentido de la amistad, su lealtad incondicional que no varió jamás por más éxitos que lograra. Tuve un accidente en el que arañé la muerte y de inmediato vino a verme. Pero la más elocuente tiene que ver con un pedido del Canal de Televisión donde yo trabajaba. Tres días después de haber ganado la Copa del Mundo me pidieron un programa urgente con Bilardo. Comencé a llamar y en vez de atenderme su excelente esposa Gloria como siempre, respondía la voz de un contestador automático que tendría cientos de llamadas. Desesperado conecté a su hermano Jorge, otro gran tipo, y me dijo que lo llamara en una hora pues iría hasta su casa. La respuesta fue positiva. Que viajara en el primer avión con mi equipo, que fuera a su casa, que instalaran todo y que cuando estuvieran prontos para grabar subiera a su cuarto a despertarlo. Así hice. Grabamos en toda su casa hasta las cinco de la tarde. Gloria nos dio de comer a todos y cuando finalizamos sacó del garaje el auto de las cábalas y nos llevó hasta Aeroparque. Y ahí le expresé. “Me imagino que no les darás revancha después de todo lo que te hicieron sufrir a ti y a tu familia. Tienes ofertas millonarias de Europa, sobre todo de Italia”, que entonces era La Meca. Me respondió que se quedaría, que tenía una sola hija, Daniela, que de repente se enamoraba de un italiano y “que hago, me muero”. Hay que seguir la obra acá. Cuatro años después llegó a la Final del Mundo por segunda vez ante la Alemania de Beckembauer, con un plantel diezmado y con Maradona que disputó todo el Mundial con un tobillo destruido. Perdió por un gol de penal mal cobrado.
Ah! El premio por salir Campeón del Mundo en México fue de 30.000 dólares. ESE ES CARLOS BILARDO. UN GRANDE DE VERDAD.